NOEMÍ BRIZUELA
VILLA ISRAEL
FOTOS JUANA BARRETO - BARO BRIZUELA
TEXTO BARO BRIZUELA
Noemí Brizuela tiene 27 años, está casada y tiene 3 hijos, vive en la comunidad de Villa Israel, en la ciudad de Mariano Roque Alonso, donde habitan aproximadamente 130 familias.
Un gran número de personas de esta comunidad se dedica al oficio de albañil y de pescador. Con la llegada de la pandemia, muchos vieron comprometidos sus empleos y los ingresos para mantener y alimentar a sus familias.
En ese contexto surgió el comedor Mitã Róga, creado y gestionado por vecinos de la comunidad, en donde funcionó una olla popular que alimentaba, todos los días, a más de 100 personas y en donde Noemí se desempeñaba como voluntaria y una de las encargadas.
En un principio, cuenta, cada vecino hacía su aporte y se conseguían donaciones de personas a quienes se les otorgó el simbólico título de “padrinos” del comedor, donaciones que con el transcurso del tiempo fueron disminuyendo, ya que la crisis generada por la pandemia fue golpeando poco a poco a todos, sin ningún tipo de distinción.
“Arrancamos a todo pulmón, con la ayuda de los vecinos y las donaciones de padrinos del comedor. La ayuda del gobierno llegó después de 7 meses”.
En su afán de ofrecer un alimento rico y nutritivo, Noemí acudía todos los días a los mercados en busca de las sobras de verduras, para luego seleccionarlas e higienizarlas con la ayuda de las cocineras y de sus hijas. Para hacer el fuego, acarreaban leña en carretilla de un predio cercano, y así se arreglaban para preparar el desayuno, almuerzo y merienda para más de 100 personas, todos los días.
“Mis hijos son parte de esta olla popular, ellos me ayudan a limpiar las verduras que van a comer. Ver que comparten con los demás, que son solidarios, eso para mí vale más que cualquier cosa”.
El comedor Mitã Róga pasó a formar parte de la Articulación de Ollas Populares Solidarias, organización formada en su gran mayoría por mujeres, que logró la promulgación de una ley que les aseguraba la provisión de alimentos por parte de Estado, y que además sirve de red de apoyo a sus integrantes.
“Exigimos al Estado cantidad, variedad y calidad, lo necesario para que nuestros niños tengan alimentos saludables y nutritivos”.
“Todo lo que conseguimos fue porque nos unimos y nos apoyamos entre todas. Sufrimos mucho. Agradezco a la articulación”.
Hubo días que alcanzaba para más, y otros días para no tanto. Noemí recuerda emocionada el invierno pasado, cuando las provisiones escaseaban, y lo único que consumían en el día era la pireca, un alimento a base de harina, huevo, agua y sal. Pese a esta experiencia, y gracias a la ayuda de los vecinos y la gestión de la articulación, pudieron salir adelante.
“Este año aprendí bastante, gané conociendo a estas personas. Me siento agradecida. Esto es para ayudar, no es algo que uno se guarda”.
En la actualidad, las voluntarias del comedor Mitã Róga dejaron de cocinar, entre tristeza y resignación, a consecuencia de la falta de insumos. Con mucha entrega e ingenio dieron seria pelea al hambre de las familias de Villa Israel durante más de una año. Hoy, Noemí aguarda con enorme esperanza el nacimiento de su cuarta hija, Sara Noemí.