ÑA MARY
BAÑADO TACUMBÚ
FOTOS JUANA BARRETO - BARO BRIZUELA
TEXTO BARO BRIZUELA
María Teresa Denis, conocida por todos como Ña Mary, ha vivido casi toda su vida en el Bañado Tacumbú, donde desde hace ya bastante tiempo es una referente para los vecinos por su manera de brindarse a su comunidad.
Llegó a este lugar en el año 1970, cuando apenas alrededor de 50 familias habitaban la zona. Su padre se dedicó a la construcción de viviendas y su madre era cocinera en un copetín, donde ella misma también fue a trabajar cuando muy joven tuvo que abandonar sus estudios para colaborar con la economía familiar. El ejemplo de sus padres y las experiencias vividas esos años le enseñaron el valor de la solidaridad. Recuerda con nostalgia cuando la dueña de ese copetín generosamente les donaba las empanadas y croquetas no vendidas en el día y en el camino de regreso a casa las iban repartiendo a las demás familias del barrio.
“Aprendí que la vida no es fácil, que se tiene que luchar, y por sobre todas las cosas, si se puede hay que ayudar, de la forma que uno pueda, hay que ayudar a los que más necesitan”.
Durante su juventud formó parte de un grupo de catequistas que se dedicó a organizar meriendas para los niños y a ayudar a las familias a trasladarse durante las épocas de inundaciones, que aun hoy son frecuentes en el barrio por su cercanía al río Paraguay. Trabajó como cocinera y más tarde como ayudante albañil. A la edad de 36 años, luego de retomar y culminar sus estudios escolares, se recibió de maestra mayor de obras, profesión de la cual obtenía los ingresos para mantener, ella sola, a sus cinco hijos.
“Pensé que lo peor que podía pasarnos eran las inundaciones, acostumbrados a vivir como un caracol, llevando nuestras casas a otros lugares. Pero la pandemia es una de las experiencias más duras y difíciles que me ha tocado vivir”.
La pandemia de Covid-19 ha marcado el inicio de una nueva etapa muy difícil de transitar para los vecinos del Bañado Tacumbú. Para finales de marzo de 2020 ya se avizoraba un futuro incierto y los habitantes del barrio, conformado en su gran mayoría por familias humildes y con trabajos informales, no tardaron en sentir las consecuencias de las medidas adoptadas por el gobierno en el marco de la pandemia. Enrique “Quichiro” Talavera, vecino y amigo de doña Mary, tampoco pudo ser indiferente a la realidad que les tocaba vivir, y le propuso organizar una olla popular para ayudar a las familias vecinas.
“Los trabajadores informales sabemos bien que si no trabajamos un día no llevamos el pan a nuestra mesa”.
Doña Mary no dudó en aceptar la propuesta y comenzó a cocinar todos los días con alimentos que recibían de donaciones. Quichiro proporcionó el espacio físico dentro de su casa para hacer entrega de los platos y así se inició esta labor, de manera totalmente voluntaria y desinteresada.
“Yo sé lo que es mudarse cada tanto, sé lo que es no tener un pedazo de pan, es algo que yo viví, y por eso siempre quiero ayudar.”
La Olla Popular de doña Mary y Enrique forma parte de la Articulación Bañadense de Ollas Populares Solidarias, organización conformada en su gran mayoría por mujeres, que logró la promulgación de la Ley de Ollas Populares (Ley Nº 6603/2020), para que el Estado las asista con alimentos.
En el transcurso de la pandemia y durante varios meses, doña Mary preparó alimentos todos los días para alrededor de 150 personas de su comunidad. Pasado cierto tiempo, y a consecuencia de la escasez de insumos, debía restringir estas tareas a los días lunes, miércoles y viernes. El resto de la semana ofrecían únicamente una merienda para los niños. La provisión de alimentos por parte del Estado, a pesar de la ley, era completamente insuficiente y de mala calidad.
En la actualidad, luego de haber recibido provisiones del Estado por algunos meses, el gobierno ha eliminado los recursos asignados a la compra de alimentos para las ollas populares, obligándolas a depender otra vez exclusivamente de las donaciones.
“Me gusta hacer labores solidarias, creo que nací para eso”.
En este contexto adverso, doña Mary no baja los brazos y continúa luchando para seguir ofreciendo todos los días no solo un plato de comida, sino también un pequeño alimento para el alma: el mensaje que llega a sus vecinos de que no son olvidados, que importan, que la indiferencia no los va a vencer.